lunes, 13 de julio de 2020

El Décimo Arte: Los hacks de los videojuegos (04)

Este post es el último que habla de los hacks, y posiblemente es el que se centra en los más interesantes de todos: aquellos que tratan de ofrecer cambios masivos en juegos clásicos.


Existen por el mundo verdaderos titanes de la programación que han dedicado grandes fracciones de su vida a hackear un juego clásico hasta tal punto que podría comercializarse como uno nuevo por completo o, como poco, como una secuela del juego original. La cantidad de tiempo que debe llevar alcanzar tal objetivo me resulta difícil siquiera de concebir. Sin embargo, por desgracia, creo que este mundo todavía está muy verde y no ha sido explotado en su verdadero potencial, como pasaré a comentar.

Algunos de estos hacks buscan prolongar el juego original para ofrecer una segunda partida nueva y fresca a aquellos que ya lo conocen bien. Ejemplos hay muchos y muy variados. Por ejemplo, existe un famoso hack de Super Mario World llamado Return to Dinosaur Land que está tan bien diseñado que se considera de manera oficiosa como una especie de continuación espiritual del juego original. Otros juegos que han sido expandidos con éxito son Super Mario Kart (no sólo con nuevos personajes sino también con nuevos circuitos y hasta atajos para los circuitos originales), Super Castlevania IV: Other Castle, Donkey Kong Country: Kremlings Revenge o Metal Sonic Hyperdrive, que sustituye a Sonic por su némesis robótica en un juego diseñado a partir de niveles inéditos.


La verdadera salsa del plato, sin embargo, se encuentra en los juegos nuevos. Algunos hacks son tan extensivos, el producto de un trabajo tan concienzudo, que parecen verdaderos juegos creados, si no de cero, sí remodelados en una gran medida. Uno de los primeros nació casi como una especie de broma entre dos amigos. Llamado Kaizo Mario World, uno de ellos lo creó para el otro, fan de Super Mario World, con la idea de diseñar unos nuevos niveles tan infernales y llevar al límite tanto las reglas del juego que casi nadie lo podría superar aunque resultara teóricamente posible. Se hicieron hasta dos secuelas más, y el apelativo 'Kaizo' empezó a indicar, de manera genérica, cualquier clase de hack cuyo único propósito era más castigar y humillar que entretener al jugador.


El verdadero problema con estos juegos es que esa visión inicial ha acabado por contaminarlos por completo, y lo que podían haber sido verdaderas obras de arte se han acabado convirtiendo en odas a un ego desmesurado. Uno de los casos más notables es The Legend of Zelda: Parallel Worlds. Este prodigio de juego, modificado a partir de A Link to the Past para Super Nintendo, posee un mundo exterior nuevo que no comparte ni una localización con el juego original, docenas de nuevas mazmorras llenas de nuevos acertijos y enemigos, nuevos sprites, hasta entornos diferentes (como nieve o hielo) e incluso una trama inteligente y original que podría haber aparecido en cualquier juego oficial. Su único problema es justamente lo que convierte este juego en un absoluto fracaso: sus creadores no buscaban entretener, sino jactarse de haber creado, más que un juego, una tortura.

Los enemigos son muy rápidos y te matan casi al instante. Además de eso, se han elegido los peores y más peligrosos para que aparezcan desde el principio de la partida. No existen apenas corazones en el juego para reponer vida. No hay una progresión ni una curva de aprendizaje. Los diseñadores no tienen interés en hacerte aprender, ni tampoco en que te acostumbres a la nueva situación. Sólo desean estirarte para ver cuándo aguantas. Los videojuegos pueden ser un fantástico método para desarrollar toda clase de destrezas y competencias, pero la manera en que estos creadores la entienden es cruel y perversa. Sus egos están a la altura de tales métodos, y muchos de ellos, como Puzzledude, son famosos por su mal genio y su incapacidad para aguantar incluso críticas, no malas, sino simplemente tibias.

Por desgracia, la inmensa mayoría de estos juegos caen en este enorme defecto. Quieren justificarlo con la idea de que aquellos que los juegan ya se hicieron expertos con la versión original, pero la realidad es que mucha gente no desea probarse a sí misma, sino sentir lo que les hizo sentir la versión original, y eso es lo que no entienden, el motivo por el que relegan el hackeo de juegos a un nicho del que puede que nunca salgan. La lista de juegos con técnica pero sin alma es inmensa, desde hacks de todos los Marios hasta juegos de acción, aventuras, rol... A menudo, los creadores incluso intentan crear un parche posterior para hacerlos más sencillos, pero como todo lo que se tiene que reparar a malas, el apaño se nota y el resultado es mediocre. Y es que es muy fácil hacer un juego difícil e injusto, pero muy difícil crear uno de dificultad justa y mesurada.


Por fortuna existen algunos juegos que se salvan de esa lacra, pero son pocos. Dos de los mejores pertenencen curiosamente a la NES, una consola muy vieja, de la generación de 8 bits. El primero es Super Mario 3 Mix. La idea es tan sencilla como divertida: el juego es un homenaje a los mejores Marios de la historia. Cada mundo se basa en un Mario anterior (Super Mario Bros 1 y 2, Super Mario Land 2...). Posee hasta cometas como en Super Mario Galaxy, y trajes de todas las generaciones, como el pinguino o el mapache. Sencillamente, es divertido y pica tu curiosidad, y no es imposible ni lo intenta tampoco.


El otro juego es Zelda Challenge Outlands. La premisa es muy sencilla: se trata de un remake del primer Zelda de la NES, pero se desarrolla en los límites desconocidos del reino anterior. Su dificultad es un poco mayor pero nunca insana, y se basa más en cambiar las cosas que en empeorarlas. Un toque original es que los enemigos son los mismos, pero han cambiado los comportamientos: los que tiraban boomerangs ahora usan espadas, los que vivían en la superficie ahora lo hacen bajo tierra... Es otro mundo, y tiene otras reglas. No peores ni mejores, simplemente diferentes. Y si alguien quiere un reto, existe una segunda partida opcional que sí resulta difícil y complicada, pero que nadie te obliga a comenzar ni hace que saltarla te impida disfrutar de lo mejor que el juego ofrece.

La sensación final con estos hacks es de tremenda decepción. Había mucho potencial, y estos creadores tienen mucha habilidad, pero gracias a ellos es fácil comprender que no basta con tener las herramientas, también hay que saber emplearlas. Ellos mismos han elegido relegarse a un público escaso y selecto, un mundillo del que no saldrán hasta que no entiendan que los juegos ya no tienen fronteras, que no se trata de agradar a los expertos o los gamers que quieren batir récords y subirlos a Youtube. Y por desgracia, no parece que tengan el menor interés en hacerlo.

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