Y de nuevo retomamos los
artículos ya publicados sobre superhéroes, esta ocasión con uno de mis grupos
favoritos: los Runaways. Aunque el artículo tiene ya varios años, los Runaways
no han sido olvidados: en el año 2012 se publicó un tomo recopilatorio de sus
primeros números y las ventas debieron acompañar, pues para este año saldrá un
segundo tomo que continúa donde quedó el primero.
Hace tiempo tenía la sensación de
que en Marvel se estaba llevando a cabo una gran sucesión de ideas, a cada cual
de ellas más innovadora. Pero en realidad no era así. No que las ideas no
fueran innovadoras, que lo son, sino que fueran nuevas. Ya en la década de los
noventa, en medio de la tan cacareada Marvelution, un autor llamado Paul
Jenkins intentaba convencer a los jefazos de la casa de las ideas para que
apostaran por el Vigía, un grandioso superhéroe que había estado en todos los
acontecimientos esenciales del mundo Marvel pero que había sido eliminado de
los recuerdos de los demás. Ya por aquellas fechas J.M. DeMatteis, que se
encargaba de los guiones del Capitán América (y que creó a villanos memorables
como Vermin) intentó matarle en una trama realmente magistral que incluía a su
gran enemigo el Cráneo Rojo y en la que, tras su muerte, se decretaban en su
honor unas horas de paz mundial con el cese de las armas. Tras aquello,
DeMatteis proponía que su sustituto fuera un nativo —¿quién mejor para
simbolizar los Estados Unidos?— y apostaba por Cuervo Negro.
El caso es que estas ideas se
impusieron a las cabezas cuadradas que las rechazaron en su momento y hace poco
llegaron a nosotros, un poco cambiadas pero esencialmente intactas. El de los
Runaways es un caso similar a los anteriores. El problema de los Runaways para
que en el pasado pasara de largo sin demasiado éxito, curiosamente, consistió
en su abrumadora originalidad. No porque la idea fuera completamente nueva,
pero sí porque resultaba muy fresca, tan fresca que parecía no encajar en el
tan a veces estancado universo Marvel.
La premisa de los Runaways se
puede resumir con un pequeño eslogan que en muchos casos sirvió de promoción de
la colección: siendo adolescentes todos hemos pensado alguna vez que nuestros
padres son unos malvados, pero ¿y si lo fueran en realidad?
La historia nos pone en la piel
de un grupo de chicos de Los Ángeles cuyos padres se reúnen una vez al año con
motivo de una sociedad benéfica que promocionan en conjunto. En principio
parece que sus padres son los clásicos ricachones que no prestan demasiada
atención a sus hijos, pero resultan ser mucho más que eso. Ya en el primer
número se destapa el pastel cuando sus hijos, aburridos (ya que sólo se ven una
vez al año y eso no hace que tengan mucha confianza entre ellos) deciden espiar
a los progenitores y, sorpresa, están sacrificando a un joven muchacha, de la
misma edad que ellos.
Pronto se sabe que los padres
modelo resultan ser la cúpula de una organización llamada El Orgullo que
controla casi por completo la ciudad de Los Ángeles. Son un grupo bastante
heterogéneo que incluye hechiceros, mutantes, mafiosos, alienígenas e incluso
viajeros del tiempo. Como resultado de su descubrimiento los chicos huyen para
vivir por su cuenta, lo que marcará una constante en la colección, con el
objetivo de desmantelar la organización de sus padres y desbaratar lo que
parece ser un elaborado plan maestro.
La serie tiene muchos detalles
que la hacen muy atractiva. Los Runaways son unos chavales muy jóvenes, y eso
es algo que se enfatiza mucho a lo largo de la serie. A veces son
irresponsables, otras veces alocados, casi siempre inexpertos. Uno de ellos,
Molly Hayes, ni siquiera llega a ser una adolescente. El guionista, Brian K.
Vaughan, es un auténtico experto manejando los diálogos e introduciendo muchos
detalles de la cultura pop en la colección, como referencias a Pink Floyd o
Cary Grant. A pesar de ser chicos jóvenes y un poco cabezalocas, cada uno de
ellos es un mundo y están muy diferenciados, tanto en gustos como en actitudes
y manera de ver la vida.
Otro detalle ciertamente rompedor
con el estilo Marvel es la ausencia tanto de trajes como de nombres clave. Cada
uno de los componentes del grupo suele vestir con un cierto estilo (como Nico
Minoru, que casi siempre usa ropas góticas), pero están muy lejos de los
disfraces encorsetados y las mallas con símbolos. Por otro lado, el asunto de
los nombres es casi tomado a broma, y escogen seudónimos a cada cual más
horrible pero, por otro lado, no hacen sino afianzar la idea de que los
Runaways no son más que un grupo de chicos que no posen precisamente la
templanza de otros grandes equipos como los Vengadores.
Pero eso sí, no por ser primerizos
resultan ser menos poderosos. Los superpoderes que cada uno de ellos posee son
bastante originales y, de nuevo, alejados del estándar de Marvel. Alex Wilder
posee una inteligencia hiperdesarrollada, además de ser un genio estratega.
Nico Minoru tiene en su poder un báculo mágico con el que puede intentar
cualquier hechizo, pero sólo una vez en toda la vida. Si el hechizo falla no
hay segunda oportunidad, aunque eso si, según su madre es un objeto tan
poderoso que su portador podría doblegar al mismísimo Dormammu. Molly Hayes, a
pesar de su juventud y su carácter infantil, es una mutante con una fuerza tan
inmensa que llegó a separar a Capa de la dimensión oscura con la que está
fusionado y que puede incluso rivalizar con Hulk. Karolina Dean es una alienígena
que puede volar y que, al parecer, puede emplear la luz de diversas maneras.
Chase Stein es un pequeño genio de las máquinas que ha llevado aparatos tales
como guantes flamígeros y gafas de rayos X. Y por último mi favorita, Gertrude
Yorkes, que heredó de sus padres un velociraptor traído del pasado y al que
llamó Compasión, con el que posee un vínculo empático. A medida que avanzó la
colección algunos miembros se fueron y aparecieron otros nuevos, de los que
poco se puede decir sin desvelar más de la trama y sus orígenes. Basta con
decir que el espíritu de la colección seguía siendo el de juntar a adolescentes
cuyos padres tuvieran ansias de poder al más puro estilo supervillanesco.
La colección es aún muy reciente
y no han aparecido muchos números, pero su calidad no deja lugar a dudas. De
hecho es curioso que si hay algo que en mi opinión podría sobrar en los
Runaways es, de hecho, el resto del universo Marvel. Varias veces se han
cruzado con otros personajes que, o bien tratan de ayudarles por haber pasado
por la misma experiencia que ellos (como Capa y Puñal) o bien tratan de
recriminarles que están jugando a ser adultos (como los Nuevos Vengadores). Es
posible que la utilización más interesante de otros personajes de la casa de
las ideas venga de la mano de Excelsior (sigh), un grupo de superhéroes
retirados que, al estilo de Alcohólicos Anónimos, tratan de ayudar a los chicos
que fueron demasiado jóvenes cuando obtuvieron sus poderes. Algunos de sus
miembros son Phil Urich (que fue durante un breve tiempo el Duende Verde),
Cámara (antiguo miembro de Generación-X), Ricochet (miembro de los Slingers) y
otro de mis héroes favoritos, el genial y atormentado Darkhawk, miembro tanto
de los New Warriors como de los Vengadores de la Costa Oeste.
Los Runaways han interactuado
también con los villanos Marvel, y no sólo malos de tercera, también han
peleado contra algunos auténticos pesos pesados que es mejor no decir por si
alguien tiene interés en leer la colección, pues su identidad tiene importancia
argumental. Lo más importante es decir que lo aquí contado sólo es la punta del
iceberg de una colección que ignoro qué camino tomará en el futuro, porque todo
a fuerza de ser explotado se agota y más aún en el mundo de los comics, pero
que seguro lo ya publicado no tardará en ser considerado un pequeño clásico
moderno imprescindible de leer para ver una muestra de lo que se puede ofrecer
hoy en día en el tan trillado mundo de los superhéroes.
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