Supongo que muchos de los que
están leyendo esto, ya que son aficionados a los comics, soñaban cuando eran
pequeños con tener superpoderes. Es curioso que los seres humanos compartimos
sueños esencialmente similares, por lo que solíamos tener predilección con
capacidades como volar, ser invisibles o ir a velocidades supersónicas. En mi
caso, sin embargo, tras mucho pensarlo (ser superhéroe cuando tienes ocho años
es un asunto que te tomas bastante en serio) decidí que sea lo que fuera que
pudiera hacer, me pudiera volver, de una u otra manera, inmune a las balas. Que
se encarguen otros de volar, pensaba, que yo prefiero cubrirme las espaldas, aunque es gracioso que por una vez que jugué a un juego de rol de superhéroes
escogí como superpoder controlar el sonido, algo que no ayuda precisamente a
detener los disparos. Por cierto, ese personaje fue el germen del que luego sería Distorsión, el cantante de The Jammers... y aunque él no podía esquivar balas, su compañera Echo sí podía hacerlo por él... hasta yo mismo cumplo con la norma de este artículo, que fue escrito mucho antes de que escribiera ese libro.
Y es que el primer obstáculo que
choca de manera brutal contra el mundo de los superhéroes es el de las armas de
fuego. Al fin y al cabo, con la invención de las balas se consiguió que
cualquier hombre, por débil o poco entrenado que estuviera, tuviera el
potencial necesario para acabar con sus semejantes en cuestión de segundos. La
llegada de las armas de fuego resultó ser en términos militares tan traumática
como la invención de la ballesta en plena época de los caballeros andantes.
Por eso, cuando uno piensa en
cómo serían los superhéroes en el mundo real, se da cuenta de que deben ser
realmente heroicos, porque si luchan contra asuntos sucios y turbios como las
mafias o las guerras de bandas, tarde o temprano estarán en el punto de mira de
alguna beretta o algún rifle de mirada telescópica. De pequeño,
particularmente, me impactaba la clásica imagen del sicario con ametralladora,
para mí una fuerza del mal imparable contra la que un personaje de colores
pintorescos nada podía hacer. Supongo que Stan Lee y otros creadores de lo que
hoy conocemos como superhéroes también se plantearon esas cuestiones con un
mínimo de consideración, porque si uno se para a pensarlo, un gran número de
personajes pueden, de una u otra manera, neutralizar incluso contundentes salvas
a quemarropa. Y no sólo me refiero a los norteamericanos, cuya obsesión por las
armas ya quedó más que clara gracias a la película de Michael Moore que le
valió el Oscar al mejor documental. En el mundo del manga japonés, por ejemplo,
las armas son también elementos de atrezzo más que usuales en muchas de sus
historias (que van desde Cowboy Bebop hasta City Hunter, pasando por Akira o
Ghost in the Shell, por mencionar mangas bastante conocidos en el mundo
occidental).